Nos metimos al poblado de El Hongo, que es una calle
principal larga y más o menos ya... más o menos
Cerrado todo, solazo y un chingo de frio porque todavía es invierno, poblado montañés. No había nada, no se veía gente, una que otra cosa había ahí con vida, unas ferreterías, un consultorio, la terminal, un motel que rentan por hora, día, semana, quincena o mes, pero bien tranquis, bien austero el pedo.
Ya me había adentrado mucho y no le veía pinta a que saliera algún lugar para comer disponible. Pero justo ahí, antes de darme vuelta vi un letrerito que decía "Comida".
Eran tres locales juntos, un restaurant de antojitos, un consultorio y unas tortas, me estacioné frente a las tortas y por confusión creí que ese era el lugar de los antojitos, no había letrero afuera; al entrar, todo austero, nada en las paredes, una barra de madera para separar la cocina, pero no se veía qué había detrás de ella, dos mesas con bancas de metal y otra con sillas de plástico; con ese pinche frio y bancas de metal te das cuenta que la gente de ahí es brava, les vale verga que se les congele el culo.
Una señorita de largas y estilizadas pestañas y sonrisa prominente, se nos acerca y no dice nada, nomás se paró a un lado de la mesa.
Unos segundos de silencio.
-¿Qué tienes? -le pregunto refiriéndome a la comida-
-Pues tengo sueño -dijo riéndose-
-¿Cómo estás? -ya refiriéndome a ella-
-Pues aquí... -no sé qué contestó mientras se reía y se puso a limpiar la mesa-
Tenemos tortas de carnitas, nos dijo finalmente.
No era para nada lo que tenía en mente al entrar ahí pero lo que ofrezcas quiero, con esa hambre que traía y con esa simpatía...
-¿De qué va a ser? ¿Surtida o maciza?
-Surtida
-¿Con todo?
-¡Con todo! y una coca
$96 el combo de Torta y Soda nos había dicho la señorita y dos de esos pedimos.
Nos puso unas salsas de muy buen ver en la mesa, salsa macha, otra que es tipo entre guacamole y salsa verde, y salsa roja.
Llegaron las tortas y eran algo diferente al cánon de torta de carnitas que conozco.
Esta llevaba crema, curtido, jalapeños, tomate y totopos ¡chingue sú!
No, pues muy bien... ceremoniosamente y en silencio le dí en
su madre a esa torta que era la medida exacta para
-¡Qué rica! -le dije a la señorita cuando recogió los
platos-
-Ya ví que le gustó -me contestó riéndose y señalando con los ojos el plato casi limpio-
Pagamos y al salir, le pregunté a la señorita que cómo se llamaba el lugar, porque sabía que iba a escribir esto. Le sorprendió la pregunta e hizo una expresión de "¡pues no tiene nombre!".